NUEVOS CAMINOS
La artista Marta Iglesias regresa después de siete años al Torreón de
Lozoya para mostrar su continua evolución. Con una obra en la que la primacía
de la línea deja paso ahora a la masa del color, con unos temas muy
esquemáticos, resultado de un proceso interno de racionalización. Esta nueva
exposición, que podrá visitarse en las salas de la Planta Sótano del Torreón,
recoge bajo el título de “Figuraciones” más de cuarenta obras, fundamentalmente
pintura y escultura.
Marta Iglesias es una artista ya clásica dentro del panorama artístico
segoviano de mayor envergadura. En su última visita al Torreón de Lozoya, en el
año 93, “sorprendió por el gran salto evolutivo que había sufrido su
pintura, fruto de una meticulosa labor de síntesis que la había llevado hacia
una obra lineal, plena de color, planteada sobre elaborados fondos de arena que
aportaban unas bellas vibraciones y unas cálidas texturas al resultado final”,
según afirma la organización de la muestra.
Siete años después, los visitantes que acudan al Torreón de Lozoya, se
encontrarán con “una nueva Marta Iglesias, como siempre en continua
evolución, siempre coherente, ofreciendo una obra que la que la primacía de la
línea deja paso ahora a la masa del color, con unos temas muy esquemáticos,
resultado de ese proceso interno, concienzudo y difícil, de racionalización que
preside la obra de esta artista que ha sabido encontrar un hueco insustituible
en nuestro arte contemporáneo más cercano”.
Marta Iglesias estudió en la Facultad de Bellas Artes de San Fernando
desde 1971 a 1976, completando posteriormente su formación con becas concedidas
por los Ministerios de Cultura y Asuntos Exteriores para la investigación de
las formas plásticas y del Arte Pre-Hispánico en México. Desde finales de la
década de los setenta, ha expuesto en numerosas ocasiones en Segovia capital y
provincia (Cuéllar, Torrecaballeros), pero también ha cruzado la frontera para
participar en numerosas exposiciones individuales y colectivas en Honfleur
(Normandía), París, México D.F., Regensbourg (Alemania), Sao Paulo, Basilea o
Florencia.
GÉMINIS
Hace tiempo que Marta Iglesias camina por la senda de Horacio y de Fray
Luis, por el camino de los sencillos placeres y los plácidos silencios, la
senda de Malevitch, de Klee y de Morandi en busca de armonías pitagóricas que
provoquen la conciliación con el cosmos. Marta ha alcanzado esa seguridad que
proporciona la madurez y que le permite hacer propuestas cuyo radicalismo
responde exactamente a su propia franqueza.
En
un par de obras, dos apacibles desnudos, la idea de dualidad se muestra clara y
completa, pareada y desdoblada, enfrentando verticalidad y horizontalidad,
actividad y reposo, trabajo y placer. El resto de los cuadros tienen como único
tema el rostro humano, un rostro que no parte de la inmediata y corpórea
presencia humana sino de la síntesis de los cubistas y de la sencilla gracia
infantil de Klee. Desde el día en que vio la luz, Marta se ha acostumbrado a
saber que tras el espejo invisible de la vida, toda Marta tiene su María, toda
mujer madura su niña traviesa, todo presente su pasado. Por eso los rostros que
pinta pueden verse de frente o de perfil, como uno o como dos, dependiendo de
las secretas preferencias de cada mecanismo perceptivo.
Hay una obra a la que la posición horizontal del óvalo, sin dejar de
ser rostro, la convierte en apacible marina con un barco que es vela y es boca
en un pequeño triángulo rojo. Aquí Marta Iglesias, cuando creía que estaba
tocando el fondo de la reducción y de la síntesis, ha descubierto el misterio
que se esconde tras las facciones humanas hechas geometría. Ahora sabe que tras
las frentes diáfanas se esconden mundos soñados levantados sobre las ruinas de
una vida rota, que detrás de cada boca está el recuerdo, tal vez sólo la
imagen, de ficticias pasiones que alivian el vacío de la rutina cotidiana.