TEXTO DE JESÚS MAZARIEGOS

IMAGEN INTERIOR

Los rostros que pinta Marta Iglesias, a pesar de carecer de los mínimos elementos necesarios para definir una individualidad, no son nada genéricos, pues en la tersa lisura de su superficie-materia, se escucha el pausado tic tac de distintos corazones hermanos. Una espectadora se ha reconocido plenamente en uno de ellos y muchas personas han visto por primera vez su imagen interior. Todos ellos son lejanos descendientes del Senecio de Klee y, quien se sienta lo suficientemente serio como para necesitarlo, puede buscar en ellos el payaso melancólico que todos llevamos dentro. Los personajes salidos de la mano de Marta Iglesias, en las infinitas posibilidades que les confiere la ausencia de mirada, son plácidos y tiernos, silenciosos y cercanos, con curvas hechas para el tacto y con colores cuya densidad invita a inhalar sus esencias.
Las esculturas, aparentemente contradictorias por su concepción plana, casi como un dibujo de línea precisa, adquieren dinamismo gracias a la profundidad de la pletina que las define, a sus bordes eventualmente pintados y a la cambiante apariencia producida por el movimiento del espectador o de la propia pieza. Donde parece haber uno se descubren dos;  donde hay una línea mixta como aquellas de las viejas enciclopedias, está Amancio Prada disfrazado de mujer muerta. De nuevo se cumple la máxima de Reinhardt “Cuanto menos, mas”
           
                                                                                                Jesús Mazariegos